Florencio, el eterno bohemio II

Es en tierras argentinas que Florencio desarrolla su obra literaria y dramaturgia

Es allí también que conoce a la que fuera su abnegada esposa, como ya dijimos Catalina Raventós. Se conocieron en el propio pasillo del edificio donde vivían, fue en 1899, ubicado en la calle Belgrano. Se enamoraron de inmediato, ella tenía tan solo quince años. Él la vio tan tierna y dulce que desde allí sabía que no podría separarse más de ella. La llamó su “Catita”, y así sería hasta el final de sus días.
 
Fue como es de imaginarse un noviazgo complicado para los estándares de la época. La vida errante, bohemia, sin trabajo fijo, metido en cuanta escaramuza anarquista aparecía, no eran buenas cartas de presentación para la familia de Catita. No era el novio que la familia esperaba para su hija. Sus credenciales no se veían muy confiables.
 
Realmente Florencio vivía la noche en tertulias, bohemias y esporádicamente algún trabajo periodístico. Después de algunos encuentros furtivos en casa de la tía de Florencio (vecina de los Raventós con la que vivía Florencio),  la que actuaba de Celestina, Catita anunció formalmente a sus padres el noviazgo y una firme declaración con pretensión de casamiento. Los padres pusieron el grito en el cielo. Lo primero y clásico que preguntaron fue “con qué cuenta caballero”. A lo que él solemnemente contestó “con mi pluma señora”. Al no poder enfrentar las exigencias de sus suegros, Florencio corría entre Montevideo, La Plata, Buenos Aires y la ciudad de Rosario. Es allí que consigue un empleo en el diario “La República”. Vivió en triste, húmedo, frío y caluroso altillo, en la más absoluta austeridad en todos los sentidos.  Para así poder ahorrar lo más posible. Y se cree que a partir de allí comenzó a gestarse la enfermedad que lo perseguiría por el resto de su vida hasta llevarlo a la muerte.
 
Su vida corre de sobresalto en sobresalto ya que su conocido ideario anarquista no dejó conectarlo con su gente. Era visto en toda manifestación, asambleas, marchas, eventos subversivos y es permanentemente perseguido a tal punto que sus amigos llegaron a temer por su vida. El tiempo pasa y Catalina pone un ultimatum a sus padres “o me caso o me pego un tiro”. Al fin el 25 de setiembre de 1903 se casan. La presentación de “M’hijo el Doctor”se estrena en el teatro de los Hnos Podestá, en su propio teatro. El éxito fue total en todas las funciones a tal punto que en cada una de ellas el público se ponía de pie y, aplaudiendo, pedía por el autor.

En el período de seis años se estrenaron alrededor de una veintena de sus obras. En ellas Florencio trasmite todas las vivencias de su vida . Les transfiere y delata en las mismas la realidad rioplatense con las problemáticas sociales del momento. Desde el submundo del hampa, las clases sociales altas corruptas, las realidades rurales y urbanas.Esto nos da la pauta de la capacidad de observación de todo lo que pasó ante sus ojos y la capacidad y arte para plasmarlo en obras de arte.

No debo olvidarme de comentar que entre muchas de sus excentricidades o persecución en busca de ideales llegó alistarse en filas de Aparacio Saravia. Hasta que se sintió defraudado pues no eran sus fines e ideales que estas filas perseguían. Donde existía un movimiento revolucionario que no coincidía con sus ideales. En 1909 el gobierno nacional lo designa Comisionado Oficial en Italia. Se embarca un 25 de setiembre, en el sexto aniversario de su matrimonio. La travesía fue muy complicada por su salud ya resentida. Sus pulmones se perjudicaron de forma importante debido a la humedad y al salitre ambiental. Esto haría su tarea más adelante.

Al llegar a Italia sabiendo que su fin no está demasiado lejos, comienza una vida colmada de excesos en todos los sentidos. Recorren esas locas aventuras, Génova, Florencia, Milán, Niza, Roma. Todos los casinos, cafés, restaurantes, banquetes, hoteles, brindis y todo acompañado de mujeres. Siente que casi le tiemblan todos los huesos a cada momento. Su última recalada es en Milán, en el hospital para ya no salir. Falleció el 7 de noviembre de 1910.

Catalina fue la persona que veló con gran cariño la obra de Florencio. Al punto de que ordenó enterrar sus cartas de amor que le enviara desde el lugar que estuviera, sobre todo desde Italia, bajo el monumento que se erigió en su memoria el 7 de enero de 1937. Catalina fallece en Montevideo en 1951.

Quisimos dar una vista diferente sobre uno de los representantes de reconocimiento mundial de nuestra dramaturgia.

 

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