María Josefa Francisca Oribe y Viana: La Tupamara II

Josefa Oribe (Pepa) como vimos se crió en un ambiente insurgente y revolucionario, rebelde por naturaleza familiar, toda su familia apoya la Revolución Oriental.

Su madre antes de que estallará lo más crudo de la revolución quiso asegurar el futuro de sus hijas mayores, así que le tocó aceptar su destino muy a su pesar ya que a los dieciséis años contrajo matrimonio con Don Felipe Contucci. Felipe da Silva Telles Contucci era oriundo de Florencia por parte de madre y portugués por parte de padre. Fue un personaje bastante oscuro, escurridizo, una especie de aventurero, espía, mercenario y todo lo que a su bolsillo fuera conveniente. Sus convecciones políticas aún están por verse. Tanto trabajó para los españoles, los portugueses, el imperio de Brasil y sobre todo en la confrontación de España y Portugal ante la invasión napoleónica. Fue representante de todas las partes para decirlo de alguna manera.  Lo que en el momento se llamaba “agente clandestino”.

En la sociedad rioplatense lo consideraban un oportunista, trabajaba igual para reyes, nobles, militares de bandos enfrentados. Se infiltraba en todos los lugares posibles donde pudiera sacar provecho. Emigró muy joven al Río de la Plata, hizo fortuna rápidamente, compró sus propios barcos para un tráfico muy lucrativo, el de los esclavos. Recibió hasta una donación de estancia por Caraguatá. El 21de octubre de 1805 se casaron por estricta y evidente conveniencia de las partes. Fue un infeliz matrimonio, con grandes y permanentes desavenencias. Tuvieron en 1806 una hija de nombre Agustina Contucci Oribe.

Pepa con su personalidad de mujer fuerte y armas a tomar que nunca le molestó el qué dirán sino sus propias convicciones, no llegaba a disimular el desprecio que sentía por su esposo. Contucci estaba involucrado en las cortes portuguesas y en su traslado a Brasil.  Pero fue tal la confusión de los gobiernos de España y Portugal con este personaje que tuvo que pasar de Buenos Aires a Montevideo  y de inmediato a la novel corte brasileña. Pepa no se dignó acompañarlo ni el puso mucho esfuerzo para que lo hiciese.

Pero la historia de la valiente tupamara comenzó en 1812 cuando junto a su tía materna Margarita de Viana y Alzáybar lograron liberar a un encarcelado, oficial de marina Manuel Blanco Escalada, logrando éste a lomo de mula llegar a Chile, país del que llegó a ser presidente.  Este militar era amigo muy íntimo de Pepa y ya habían coincidido en alguna que otra intriga revolucionaria. Este militar se negó a obedecer órdenes de vigilar las costas del Río Uruguay por donde transitaban los insurgentes de un lado a otro y le valió el marchar al calabozo. No se sabe cuáles fueron los recursos de que se valieron las mujeres para semejante acción pero  fue exitosa. Pero mientras él huía, las mujeres fueron a parar a las mismas mazmorras de las que sacaron al marino.

Allí Pepa sufrió repetidos maltratos a manos de los soldados realistas, pero además a las dos mujeres se les confiscaron todos los bienes, que en el caso de la tía eran cuantiosos. En ese momento era Elío el nuevo Virrey del Río de la Plata y tenía que aniquilar no solo a los traidores sino a todos aquellos que se consideraban de temperamento  conspirador y para eso debían entregar todos los bienes o terminaban en la horca que él mismo había hecho colocar en medio de la plaza. Pero en 1815 el ejército Artiguista entra en Montevideo y Pepa es liberada, sucia, envejecida, desdentada  pero su tía Margarita ya había fallecido en cautiverio.

A esta altura su hija tenía nueve años, ya separada totalmente de Contucci  y ya con fama de rebelde  e insurrecta no le quedaba otro remedio que seguir luchando por la causa. No siguió a su hermano a Buenos Aires y se dedicó unos años a su hija. Ya que a ella no le atraía demasiado la causa de los insurrectos montoneros de Artigas. La calma no le duraría mucho pues será por 1825 y un poco antes que volverá a la lucha armada. Contucci regresa a Montevideo en 1823, después que los portugueses tomaran la Banda Oriental, con el cargo de “Presidente del  Cabildo”, bajo la protección del Barón de la Laguna Don Carlos Francisco lecor.

 
¡Hasta la próxima!

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