La aristocracia versus un luchador y buscavidas: Don José Buschental II

Continuamos en esta segunda entrega con la fascinante historia de Buschental y Mariquinha.

De acuerdo a lo que ya hemos visto  y con la poca atención que se prestaban los esposos, Buschental decidió de acuerdo a las promesas y maravillas de su tierra y la vecina Buenos Aires que le presentaba José Ellauri comenzar un nuevo proyecto en el Río de la Plata, con preferencia Montevideo.  Pero no llegaba en un muy buen momento pues el país estaba en plena Guerra Grande 1849. No se amilanó y se fue hacia Buenos Aires donde inició gran amistad con muchas de los personajes más influyentes y poderosos del momento. Entre ellos nada menos que José de Urquiza, llegando a ser uno de los banqueros más importantes del Río de la Plata.

En 1860 se acaba el gobierno de Urquiza y con él los beneficios que Buschental pudiera ostentar. Era momento de cambiar la estrategia  y se trasladó a Montevideo. Ya instalado comenzó  a invertir gran parte de su fortuna en diferentes emprendimientos, desde fundar estancia, cría de ganado, establecimientos industriales de industria cárnica, establecimiento de cerámicas, quería que el gobierno trajera el ferrocarril, pues estaba dispuesto a invertir en él, pues tenía la experiencia de lo que este adelanto traería al campo. Tenía balsas por casi todos los ríos del sur para trasladar el ganado. Sus tierras estaban por todo el país: San José, Flores, Paysandú, adquirió el primer barco a vapor del país, levantó un  molino mecánico en la zona hoy conocida como Paso del Molino. También se involucró en la construcción del Hotel Oriental  de la calle Solís y Misiones, junto con su homónimo de la zona de Santa Lucía que emergía como balneario de la época, 1872. Pero aún  faltaba su mayor obra.



Lago del Parque del Prado 1896.



Un día un amigo le habló de la zona que bordeaba el arroyo de loa Migueletes, por 1862. Fue a visitar y recorrer la zona y quedó tan maravillado con sus cuestas y colinas, campos verdes, flores silvestres, aguas cristalinas, que se enamoró del lugar a tal punto que compró cinco parcelas, las que sumaban 62 Hás (62.000 M2). Se  prometió que allí levantaría su “manoir” o sea su casa solariega. A esta altura ya era uno de los hombres más ricos del Río de la Plata. Al lugar le llamó “Prado”, sintió que de esa manera la tendría a María de Gloria  más cerca. No podía dejar de pensar en ella. Y por ella haría este Jardín del Edén. A partir del momento que vio este lugar comenzó nuevamente la ansiedad de volverla a tener a su lado y la correspondencia fue más seguida, le prometía levantar un palacete ya que ella le contaba que estaba muy aburrida en las cortes. Por lo que él pensaba que no habría nada mejor que realizar el paraíso que prepararía para recibirla.

Así fue que comenzó a enjardinar varios miles de metros del terreno, plantando especies forestales, frutales y florales. Tampoco olvidó los animales, encargó periquitos australianos, pavos reales, faisanes, cotorras azules, amarillas y rojas, osos hormigueros, varias especies de monos y no faltaron las serpientes. Pensó que cuando Mariquinha viera todo eso no querría volver a irse, ya que sentiría como en su Brasil natal. Solamente le faltarían los calores abrumantes, pero no extrañaría demasiado pues ya se había aclimatado a los rigores invernales de Madrid. José Buschental soñaba como en una ensoñación mágica, la forma en que recibiría a su amada esposa y cómo ella se iría deslumbrando y maravillando a medida que fuera recorriendo todo lo que él había logrado realizar, su casa, sus prados y jardines, las fuentes y estanques, en fin su propio Parque del Retiro pero en Montevideo. Pero igualmente comenzaba a sentir el sabor amargo de la vejez que se aproximaba. A esta altura ya estaba en sus sesenta años, era todo un longevo para la época. Quizá porque su vida transcurrió con muy buen pasar y gozando siempre de buena salud.

Se sentía muy ansioso de sólo pensar cómo disfrutaría junto a su Mariquinha de toda la fortuna acumulada.  Pero a pesar de su amor a veces dudaba que pudiera lograrlo. Desde Madrid por su parte le continuaba haciendo falsas promesas. Pero nunca le diría la verdad de forma directa, pues era una verdadera dama. En este punto ya habían pasado cuarenta años de su casamiento con María de Gloria y ninguno de ellos eran los mismos, ni entre ellos ni consigo mismos. Ella seguía con sus despliegues fascinantes siendo una espléndida e inteligente cortesana así como intrigante y saber de qué lado estar en cada momento político. Él con repetidos problemas  de salud a tal punto que lo llevaron a viajar a Inglaterra y Francia en 1870, para consultar diferentes facultativos.

Aprovechó esto para visitar a su esposa que en ese momento se encontraba en París. El encuentro fue muy breve, sencillo y falto de amor y sinceridad, digamos distante. Desilusionado  Buschental decidió regresar a Londres en el mes de noviembre, época poco acogedora del año en este lugar, solamente brumas, frío, humedad, lloviznas. Se alojó en uno de los hoteles más lujosos y desde allí coordinaba las entrevistas y consultas  con diversos  médicos. Pero todo fue inútil, el 25 de noviembre moría en ese lugar Don José Buschental en absoluta soledad. Quizá en sus últimos momentos recordaría su Quinta del Buen Retiro, (tan soñada y anhelada y en su Mariquinha, la que quizá en ese mismo momento se estaría preparando para asistir a alguna de sus tertulias, en las que comenzaba a conspirar a favor de la Constitución española.



El Hotel Clarendon, donde falleció Buschental en 1870 sigue siendo al día de hoy uno de los hoteles más lujosos de Londres.



Buschental en su testamento la nombró única heredera. En cuanto se enteró de ello mandó preparar los baúles y comprar los pasajes hacia Montevideo. Un solo propósito la indujo a este viaje intempestivo, algo que su esposo nunca hubiera siquiera intuido, liquidar los bienes heredados. En 1872, la Quinta del Buen Retiro se vio conmocionada por la llegada de su dueña, o sea para quien todo había sido creado, “paraíso perdido, mansión celestial en la tierra” decían unos y otros. Pero Doña María de Gloria no encontró lo que su esposo le había contado y descripto en sus cartas.  Ya había pasado bastante tiempo desde aquello. Las trepadoras y otras plantas rodeaban la casa e invadían los tejados, cosa que ya comenzó a cortar su aliento y a sofocarla de terror. Cuando entró en ella fue peor aún, se agitó todo el polvo acumulado por meses sobre muebles, cortinados, arañas y objetos de arte. De éstos sí tuvo conciencia inmediata (buena conocedora de arte). Y mentalmente ya los clasificó. No había ni se notaba en ella ningún signo de emoción o reacción. De inmediato mandó vender todo, rescatando solamente lo que ya había seleccionado su ojo.



Hotel del Prado. 1917.



Todo fue a remate el mismo 1872, comprándolo Don Adolfo del Campo, quien lo denominó “PRADO ORIENTAL”. Lo convirtió en hotel e inauguró toda la propiedad en paseo público. Todo el capricho y despilfarro de aquel hombre realizado por un capricho de amor. Locura de amor que nunca fue disfrutado por su destinataria “Doña Maria De Gloria De Castro Delfim Pereira”. Ella había nacido en una cuna a la cual jamás renunciaría, veinte años menor que su esposo, terminó su vida rodeada de poetas, escritores, pintores, políticos y revolucionarios de la causa de la República Española. Este es el fin de otra historia de amor que hizo que nuestro país y nuestro Montevideo creciera y se engalanara.

 
Muchas gracias.
Los espero en la próxima con otras historias.
 

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