La aristocracia versus un luchador y buscavidas: Don José Buschental

Yo me atrevería a decir una aristócrata y un soñador. Contaremos la vida de dos seres diametralmente opuestos y la lucha de uno y el regocijo del otro.

Empresario francés que pasó a vivir desde muy joven en América radicándose eventualmente en Brasil, Argentina y Uruguay, lugar donde hizo una gran fortuna con sus emprendimientos industriales e inversiones financieras diversas. 

Se casó en 1830 con María de Gloria de Castro Delfim Pereira, contaba ella con 13 años y él 27,  segunda hija de Boaventura Delfim Pereira, barón de Sorocaba, emparentado con la casa real brasileña, su madre María Banedicta de Castro Canto y Melo, quien fue amante del Emperador de Brasil, Pedro I. quien tuvo de él un hijo Rodrigo Delfim Pereira, gracias a este romance Don Boaventura fue recompensado por el emperador con títulos y bienes y entre otras fue nombrado administrador de la Real Hacienda de Santa Cruz. Por lo tanto esta mujer casada con Buschental se consideraba emparentada con el emperador. Así lo veremos a través de la ostentosidad de su vida y los lujos que consiguió con y sin  títulos nobiliarios más la fortuna de su esposo con la llevaba la vida próspera en las cortes europeas. 



Doña maría de Gloria, llamada por los más íntimos “Mariquinha”. 



Esta Srta. Era además muy hermosa y de fina figura de lo cual  era totalmente consciente. Derrochaba su propio dinero y el de su esposo en vestidos, zapatos y todo tipo de accesorios de mil detalles para encantar más con su belleza. Nunca quiso meterse en política y jamás se interesó ni siquiera la rozó fue la condición de las clases más humildes y miserables. Mariquinha se crió entre algodones, nunca supo en su vida lo que significaba pasar algún trabajo. Fue rodeada desde niña de un ejército de esclavas y sirvientes que la atendían día y noche cumpliendo con sus caprichos. Ora la abanicaban, le cantaban, la peinaban, la bañaban, la vestían todas las veces que deseara cambiarse, le masajeaban los pies, la cubrían para que no le diera el sol (cosa difícil en la zona de Brasil que  vivía) y quitaban de su vista todo lo que tuviera que ver con escobas, trapos, baldes, plumeros, etc, ni que hablar de orines a la vista. En su niñez y adolescencia estaba convencida que todo se limpiaba por sí solo, salvo lo que veía en sus excursiones de verano a las fazendas familiares, los lodazales, los establos, algún puerto o mercado o pueblos por los que pasaba. Donde según le decían  que era gente que no sabía vivir de un modo conveniente. Se pueden imaginar lo que sería su futuro.

Desde ese momento le entró horror a la pobreza. De ahí que debería elegir un marido que le pudiera brindar todos los lujos y le garantizara una vida plena de ensueño, realmente como de princesa.
Y la oportunidad se le presentó cuando conoció en la corte de Don Pedro I a Don José de Buschental, previa aprobación de la familia se desposaron. Buschental era un individuo capaz de sacar dinero de una piedra y convencer a quien fuere de que invirtiesen en sus proyectos. Muchos de ellos lo arriesgaban todo ante las promesas de triunfo del negocio o la inversión. Los eventuales socios, compradores, inversores, capitalistas, clientes muchas veces cayeron en una vertiginosa quiebra, en la desesperanza y hasta el suicidio. Mientras Buschental salía ileso y triunfante de todos ellos y pronto para una nueva hazaña. 



Chalet de José Buschental, en la Quinta del Buen Retiro, origen del Prado. 



Realmente yo diría vulgarmente que “se juntó el hambre con las ganas de comer” Se retroalimentaban mutuamente de ambición y derroche. María de Gloria y José se casaron con ceremonia religiosa un 19 de agosto de 1830, en la capilla privada de la familia Delfim – Pereira. A los dos años la pareja decide viajar a Europa, afincándose en Madrid. Llegaron con una gran parafernalia, como verdaderos príncipes de la América post colonial. Esclavos negros, aves del paraíso, monos con collares de perlas, todo asombroso para la sociedad madrileña, como príncipes exóticos. Desde su llegada fueron el comentario por varios meses de toda la sociedad burguesa de Madrid. Ellos además trataron por todos los medios de vincularse a la casa real española y a lo más distinguido de la sociedad. Por supuesto es que al estar María de Gloria vinculada a la casa real brasileña fueron totalmente aceptados. Ella daba innumerables galas y festines, tertulias musicales, mesas de juego, donde abundaban los licores más selectos.

Era en esas reuniones y festines que asistían muchos hombres de negocios y nobles de gran fortuna, donde José Buschental comenzaba su cacería de dinero para el armado de nuevos negocios e inversiones asombrosas con ideas fuera de lo común con las que maravillaba a los futuros inversores. Mariquinha ponía su encanto, José el dinero y el marqués de Salamanca (que no gozaba de buena reputación) el trabajo. Buschental en muy poco tiempo se hizo con el monopolio de la sal y lo más sorprendente para los personajes de la época era que lo mismo un día perdía millones y a los tres ganaba otros. Mariquinha no quería verse involucrada en los pormenores de los negocios ya que consideraba que eso arruinaba su cutis y aceleraba su envejecimiento y además para salvar las apariencias. Alguien tenía que hacerlo. Pero después de varios años de negocios y de vaivenes dudosos, llegaron casi a la bancarrota, Buschental decide irse a París.


Recreo del Prado - Prado Oriental ubicado en el cuadro que hoy se encuentra el Hotel del Prado


Es allí que en 1848 traba amistad con el uruguayo José Ellauri, representante del gobierno uruguayo en París, cuyo cometido era buscar préstamos u otro tipo de recursos económicos para reconstruir la decreciente y frágil economía del país. En esta etapa la relación conyugal de Mariquinha y José no era buena, llegando a un acuerdo de separación muy rara para la época. Lo más importante era seguir mostrándose en público como verdaderos aristócratas acaudalados. Ella fue siempre la que seguía con sus tertulias, cabalgatas, conciertos, fiestas y partidas de caza, siempre en sus posesiones. A tal punto que despertó la envidia de varias señoras de la aristocracia, entre ellas la condesa de Montijo y la duquesa de Alba.  Más que nada por su belleza y toque exótico.

Como broche final haremos una descripción de sus presentaciones en público e imaginemos: presentándose con ropas estilo orientales totalmente recamadas en joyas, la cabeza cubierta de rizos y los que caían sobre la frente terminaban con un pequeñísimo colibrí de piedras preciosas. Lo que sería ese bello rostro  iluminado por los destellos de las luces de los cristales.
 
Con esta imagen terminamos hoy.
Nos encontramos en la próxima.

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