Dos hermanas y un patriota

Esta vez comentaremos la historia del  Coronel Leandro Gómez y las hermanas  Faustina y Carmen Lenguas.

El Coronel José María Leandro Gómez Calvo, nació en Montevideo el 13 de marzo de 1811 y murió como casi todos sabemos, fusilado en el sitio de  Paysandú el 2 de enero de 1865.

Hombre de grandes principios de libertad. Hijo de un comerciante español nativo de Galicia, quien perdió toda su fortuna a mano de los propios españoles y de los porteños, ya fuera por los saqueos o dádivas obligatorias para las milicias del momento. Su madre montevideana Doña Rita Calvo. Recién ya entrado en la madurez se dedicó a la vida militar: a los 47 años fue Sargento Mayor, a los 48 Teniente Coronel, a los 49 Coronel de Milicias y sus soldados “beneméritos de la Patria”, muriendo a los 53 años. Se incorporó a las milicias del entonces Presidente Constitucional Don Manuel Oribe en 1836, en el momento del golpe de estado de Fructuoso Rivera respaldado por milicias unitarias argentinas.


Sitio de Paysandú (L'Illustration, Vol. XLV, nº 1.151, 1865).



Siempre a las órdenes del  General Manuel Oribe y del partido blanco. Para complementar sus datos biográficos diremos que se casó  ya siendo bastante grande para la época a los 37 años, el 1 de agosto de 1848 con Doña Faustina Lenguas en la capilla del Gobierno del Cerrito (capilla de la Mauricia), con ella tuvo dos hijos. Al enviudar se vuelve a casar, ahora a los 44 años con su cuñada Doña Carmen Lenguas, el 19 de marzo de 1955, en la Iglesia Matriz, con ella también tuvo dos hijos. Ambas eran hijas del Coronel Pedro Lenguas y de Doña María González Grandal.

Diremos en esta primera presentación que Don Leandro llegó en la Masonería al grado 33. También haremos hincapié que fue uno de los primeros defensores de los valores y banderas Artiguitas. A tal punto que en 1942 adquirió con grandes sacrificios económicos la  espada que la Provincia de Córdoba le había regalado a Artigas en 1815 y la ofreció generosamente al gobierno nacional de turno presidido por el general Fructuoso Rivera. Esta acción no causó ninguna impresión en el gobierno y por mucho tiempo se mantuvo archivada y olvidada.

 
Esto será el comienzo de una etapa cruel y dolorosa en la historia de la República, pero nunca bien reconocida.
Nos vemos mañana, hasta la próxima.

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