Un polifacético soñador y una dama patricia: Pedro Figari y María de Castro Caravia IV

¡Bienvenidos a la última entrega de esta historia!

Este hombre que parece estar loco logro un matrimonio para muchos envidiable, es abogado de gran mérito, fue defensor de oficios pobres no reconocidos o despreciados, diputado varias veces por el partido colorado, impulsor de grandes proyectos educativos y culturales y de pronto el destino comienza con los reveses y comienza a caer su castillo de naipes, lastimando, hiriendo casi de muerte como una huracán.
 
La primera señal alarmante fue la renuncia a su cargo como abogado del Banco República, siendo solamente Director de la Escuela Industrial. Ya que su inicial y entusiasmo en la creación de una Escuela de Bellas Artes, en la que había apostado todas sus energías y esperanzas se volvió en su contra frente a la burocracia y al poder político de la época (demasiado aburguesado). Se interpretó que Figari pretendía formar un ejército de proletarios y marginados sociales. Esto llegó a tal punto de ponerle un interventor en la dirección de la escuela, oficina por medio de la suya. Lo vigilaban en todos sus pasos, públicos o privados. Fue tan grande la presión del seguimiento poniéndolo al límite de su razón al punto de presentar su renuncia el 14 de abril de 1917. Ésta fue aceptada de inmediato (la clase gobernante lo estaba esperando).
 
El próximo desafío fue para él la forma en que mantendría una familia con una esposa y ocho hijos. Recurrió entonces como caso extremo, lo que en 33 años nunca se le había ocurrido pedir. La herencia indivisa de su padre. Así lo hace y recibe otro cachetazo, evasivas, malas intenciones y recelo por parte de sus hermanos. A esto se agrega el alejamiento de su esposa de la casa familiar, matrimonio que se venía quebrando año tras año. Y lo que rebasa el vaso es la muerte de su hija Mercedes con 20 años (una de las mayores) en el mes de diciembre de 1918, una enfermedad que había sido diagnosticada varios años antes, sobre 1913.  Ya en ese momento se sintió desbastado.


Juan Carlos Figari

 
El año de 1918 es que decide dedicarse por lleno a la pintura, tenía entonces 60 años contando con sus apuntes de óleos, retratos y  acuarelas de su juventud. En muy poco tiempo se reaviva su vocación artística y en 1921 se traslada a Buenos Aires con cinco de sus hijos y es allí donde se dedica exclusivamente a pintar. Se vincula con grandes personalidades de la época en todas las disciplinas. Realiza su primera exposición junto a su hijo Juan Carlos.
 
En 1925 se va de Buenos Aires rumbo a París, donde permanecerá hasta 1934 dedicándose pura y exclusivamente a la pintura. Es allí donde se contacta con grandes figuras del arte, la literatura, la política, la filosofía y sobre todo de la pintura tales como Pablo Picasso, Joaquín Torres García, Ignacio Zuloaga y otros. También en París gran golpe, la muerte prematura de su hijo Juan Carlos, gran colaborador. Regresa a Montevideo en 1934 y muere el 24 de julio de 1938, en la casa de su hijo Pedro, junto a su nuera y su nieta Lucita.
 
En resumen, americanista, defensor de los más desamparados, nacionalista o mejor dicho defensor de la nacionalidad. Para ello pintó escenas que recrean un pasado histórico como ninguno otro lo ha hecho. Rescató la memoria de los antepasados y los forjadores de la Patria o nacionalidad oriental, con ello afianza también la identidad regional y americanista. Sus pinturas están pobladas de negros, candombes, pericones, cielitos, gauchos, bailongos, salones coloniales, patios criollos, entierros, corridas de toros, jugadores de bochas, pampas, ombúes, etc. un sin número de actividades. Habría más para contar pero esto es una buena reseña para ubicarnos en el personaje, su época y sus pensamientos.

 
Espero despierte la curiosidad por conocer más sobre este gran representante de la pintura nacional. ¡Hasta pronto!

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