Un polifacético soñador y una dama patricia: Pedro Figari y María de Castro Caravia II

Continuamos conociendo un poco más acerca de unos de los artistas más grandes de nuestro país: Pedro Figari.

Al joven Pedro Figari no se le pasaba por la mente frecuentar en demasía las reuniones de alta sociedad, pero fue a través de uno de sus hermanos, Juan, que lo presentó a la familia Castro Caravia. Coincidieron en algo con el Dr. Castro ya que éste había estudiado y vivido en Génova por casi dieciséis años. Hablaba muy bien el italiano y se interesaba por el arte, cosa que a Pedro le hizo sentir más cómodo y le dio un punto de conexión con la familia, ya que mantenían largas tertulias.

Fue entonces invitado por el Dr. Castro a conocer su quinta en el Prado. Era un lugar totalmente arbolado con especies de todas partes del mundo como era común en la época. Largos y serpenteantes senderos cubiertos de flores, Altísimas y abovedadas pajareras cubiertas con enredaderas, muros y cercas perimetrales de trabajos de verdaderos artesanos , al igual que un pabellón morisco, los cuales parte de ellos aún se pueden observar en el lugar original, junta a hermosas caballerizas. Todo era un deleite para los ojos y el alma según el joven y sensible Pedro. Poco a poco fue descubriendo cierta afinidad con otro de los miembros de la familia Castro Caravia, en este caso una de las hijas, María, que también estudiaba pintura en el taller de un prestigioso maestro italiano.





Un buen día casi sin quererlo se hicieron novios. El momento era propicio, él estaba por recibiese de abogado y su propia familia lo alentaba a seguir con el romance, sus hermanas y su madre, las que le hacían miles de elogios  e iban descubriendo virtudes en la novia. Visitaban la quinta y elogiaban sus pinturas y le llevaban nuevos ejemplares florales. El Dr. Castro siempre lo ponía a prueba y le hallaba nuevas habilidades a su futuro yerno. Se casaron el 14 de agosto de 1885, después de la muerte de su padre, Don Juan Figari Lázaro, sucedida tres meses antes. Casi de inmediato partieron para Europa, el viaje duraría un año y medio.

Experimentaron todas las estaciones en el viejo mundo, visitaron museos, iglesias, palacios, talleres y galerías de arte y todo aquello que se le pusiera delante y fuera de sus intereses mutuos (hasta ese momento, vendrán tormentas más adelante). De este modo recorrieron sin prisa pero sin pausa, Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda, Dinamarca, llegando finalmente a Italia y su Génova cuna de sus ancestros, que mucho tenía que ver con la afición artística de ambos. Decía Pedro en cartas enviadas a la familia que tantas fiestas, agasajos y celebraciones lo habían engordado al punto de no poder cerrar su chaqueta. Pero detrás de la euforia y algarabía en las cartas alguno de sus hermanos notaba entre líneas detalles no muy felices y preocupantes con respecto a su personalidad y la relación conyugal. Ambos eran de un gran carácter y no se doblegaban.


 
¡Seguimos mañana en la próxima porque hay mucho más!
¡Gracias!

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