Claves para controlar el colesterol

El conocido Colesterol es producido tanto por el hígado como por nuestra dieta, y se divide en dos: el colesterol HDL o colesterol bueno, y el colesterol LDL o colesterol malo.

El colesterol HDL o colesterol bueno, reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, mientras que el colesterol LDL o colesterol malo que es, como su nombre lo dice, perjudicial para el organismo ya que favorece el desarrollo de estas enfermedades. 

Disminuir el consumo de alimentos altos en colesterol no es suficiente para su control, ya que como hemos visto, el colesterol también se produce de forma natural en nuestro cuerpo. Para que nuestro control sea adecuado tenemos también que eliminar de la dieta alimentos que sean ricos en grasas saturadas y trans como los fritos, los bizcochos, las hamburguesas, las galletitas o los fiambres y embutidos (panchos, paté, butifarra, salames, etc.). 

Según la Sociedad Española de Arteriosclerosis, uno de los errores en el control del colesterol es creer que con tomar la medicación que nos han recetado es más que suficiente. Pues no. El ejercicio físico es imprescindible para mantener el colesterol a raya, ya que este actúa de forma muy beneficiosa con el colesterol bueno, que es el que nos interesa. De hecho, realizar ejercicio aeróbico entre 3 y 5 veces a la semana no solo ayuda a aumentar los niveles de HDL o colesterol bueno, sino que nos ayuda a controlar nuestro peso y por tanto los niveles de triglicéridos y de azúcar en sangre. 

Una de las claves en la lucha contra el colesterol es ser conscientes de que lo importante no es la cantidad de grasa que tomamos cada día en nuestra dieta, sino su calidad. De nuevo, los alimentos con grasas “buenas” no deben ser eliminados de la dieta de ninguna forma, pero sí limitar el consumo de alimentos con grasas saturadas como la manteca, el chocolate, el dulce de leche o el queso, ya que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. 

No hay que olvidarse del azúcar en la batalla contra el control del colesterol. Si bien es cierto que el azúcar tiene poca repercusión directa en el nivel de colesterol sí que es importante limitar su consumo porque los alimentos con alto contenido en azúcar suelen contener también grasas perjudiciales para la salud. Sería aconsejable evitar alimentos como las galletitas con alto contenido de grasas y azúcares, los congelados, las comidas rápidas y los helados. 

La reducción del consumo de grasa animal o saturada es vital si queremos controlar el colesterol LDL o colesterol malo. Por ello, saltar de una dieta que promete resultados inmediatos para perder peso a otra, no solo no es efectivo sino que puede provocarnos problemas de salud más adelante. Lo ideal es comer los alimentos a la plancha, al vapor o al horno y evitar las frituras y los alimentos precocinados. 

“El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento”, afirma el Código Civil. Con el colesterol tenemos la misma tesitura que nos obliga a ser responsables y preocuparnos por ello. No darle importancia a cómo se encuentran nuestros niveles de colesterol es uno de los errores más comunes. Y es que el colesterol no duele y no se ve, como pasa con otras patologías. Pero es vital que a partir de los 40 años en los hombres y a partir de los 50 en las mujeres, realizarse análisis para controlar los niveles de colesterol. 

La dieta mediterránea es la mejor arma en el control del colesterol. Muchos estudios han confirmado las bondades de esta dieta en cuanto a una menor tasa de riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo o incluso cáncer. Además es una buena forma de obtener una mejor calidad de vida y mayor longevidad. Por tanto, tomar un medicamento para controlar el colesterol no es suficiente para abandonarse a una dieta poco saludable. 

Echarle la culpa de nuestro nivel de colesterol a ciertos alimentos marcados (como el huevo) no es realista. Necesitamos consumir entre 250 y 300 miligramos de grasa al día y tenemos a nuestra disposición un gran abanico de productos desnatados o semidesnatados que, conservando sus grasas naturales, nos evitan tener que consumir las saturadas.



          

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