A veces, perderse es la mejor manera de encontrarse

Es normal que nuestra mente necesite perderse para ordenar ideas y pensamientos.

A veces, la mejor forma de encontrarse a uno mismo es perderse, es liberarse de ciertas ataduras, entornos asfixiantes y presiones que nos amarran al estrés y la ansiedad. Perdernos no es sinónimo de alejarnos de nuestro rumbo vital. En absoluto. Se trata más bien de reencontrarnos con él porque lo habíamos perdido, porque nos habíamos descuidado. Según un interesante artículo publicado en la revista Psychology Today, nuestro cerebro necesita de forma regular algo que se conoce como “vacaciones cerebrales”. Es un concepto interesante que deberíamos aprender a practicar más a menudo. Sus claves son sencillas: ponte un paso más allá de todo lo que te rodea para tener la oportunidad de descubrir cosas nuevas, de acceder a escenarios estimulantes en los que descubrir más de ti y volver a tus esencias. ¿Te atreves?



La valentía de perderse y el placer de encontrarse

Hay quien no se ha “perdido” ni una sola vez a lo largo de su vida, y ello, lo creamos o no, tampoco es saludable ni enriquecedor. El ciclo vital nunca suele ser una línea recta que nos lleva a un objetivo concreto y satisfactorio. Las personas solemos tomar senderos, cruces de caminos, desvíos e incluso rutas poco adecuadas. A veces, incluso transitamos un auténtico laberinto hasta que, de pronto, alcanzamos la felicidad, el equilibrio, la satisfacción. Lo normal es perderse en muchas ocasiones para poder encontrarnos o reencontrarnos con nosotros mismos. Todo ello es un aprendizaje valioso, y de ahí que no debamos tener miedo a los cambios, porque, en ocasiones, pueden abrirse nuevas puertas para hallar más integración personal. Más madurez, más equilibrio.





Cuando nuestra situación actual nos aleja de nuestra identidad

Todos tenemos muy claro cuáles son nuestros valores, cuáles nuestros límites, nuestros principios, necesidades y objetivos. No obstante, en ocasiones, todas estas dimensiones van erosionándose poco a poco, como esas rocas de una playa moldeadas por las embestidas del océano. Al final, es imposible reconocer su forma original, sus esencias. Con nuestra autoestima y personalidad puede ocurrir lo mismo. Nuestros entornos laborales, familiares y afectivos pueden ejercer, en ocasiones, ciertos chantajes, cierta presión y manipulación directa o indirectamente hasta alejarnos poco a poco de nuestra identidad.  El hecho de darnos cuenta de esta disonancia interna, entre lo que éramos antes y lo que somos ahora es, sin duda, un modo de abrir los ojos y de entender que estas situaciones pueden llegar a ser muy peligrosas. Queda claro que ninguno de nosotros podemos hacer “todo lo que deseamos en cada momento”. Tenemos obligaciones que cumplir, objetivos que asumir y personas que atender. No obstante, la clave está en el equilibrio y en percibir que todo lo que hacemos, nos complace y nos hace sentir bien.





Perderse para “desconectar” y reflexionar

Hay un aspecto que deberíamos tener en cuenta. Las personas que padecen de un estrés largamente mantenido en el tiempo, que sufren de estados muy elevados de ansiedad y que acaban perdiendo “las riendas” de su vida para dejarla en manos de las presiones externas pueden llegar a sufrir los siguientes fenómenos: El cerebro no suele soportar estos estados de estrés tan elevados. El efecto del cortisol y de neurotransmisores como la adrenalina pueden hacer que tengamos fallos de memoria e incluso “desconexiones” puntuales de la realidad.  Un ejemplo de ello puede ser algo como subirnos al autobús para ir a trabajar y, de pronto, “no saber qué estamos haciendo ahí”. Es un efecto que puede durar poco más de un minuto, e incluso horas, pero que le sirve al cerebro para encontrar calma.  Nuestra mente, casi de forma forzada, nos invita a bajar el ritmo y a desconectar. No obstante, antes de que nuestro cerebro lo haga de forma traumática, borrando la memoria o creando lagunas, es mejor que actuemos nosotros mismos de forma más natural, preventiva e integradora.
   


Cómo desconectar de forma saludable

No se trata de comprar un billete de avión e irnos al primer destino que aparezca en el horizonte. Tampoco se trata de alejarnos de todo el mundo y cerrar la puerta tras nuestras espaldas para no volver.



Perderse para encontrarse requiere una adecuada preparación, porque no se trata de huir sino de alejarnos para sanar, y lo normal es tener billete de vuelta, instante en que ya habremos asumido más de una decisión. Quien desee “perderse” debe dejar claro a su entorno por qué lo hace y por qué lo necesita. “Quiero pasar un fin de semana en soledad, para relajarme, pensar y tomar decisiones”. Que el resto de personas lo entienda o no lo entienda es problema suyo. Se trata de priorizarnos, de tener la oportunidad de disponer de un tiempo puntual para estar con ese “yo” que habíamos descuidado, dejado a un lado e incluso olvidado. Nos perdemos para volver más fuertes, para tomar las riendas de nuestra vida con más aplomo y seguridad.



Fuente: http://mejorconsalud.com

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