Hoy, ¿qué es lo verdaderamente urgente?

Con la velocidad de los cambios en los medios de comunicación muchas veces es difícil tomar perspectiva y analizar cómo impactan en nuestras vidas. 

Para tomar un ejemplo que seguro muchos lectores vivimos, cuando el teléfono era fijo (con cable y sin contestador) nada parecía ser tan urgente. Ahora que tenemos smartphones, todo mensaje tiene una inmediatez que no parte de su contenido, sino del medio que lo permite y lo fomenta.

Un gran teórico de la comunicación formuló la teoría de la tecnología y los medios como extensiones del ser humano. ¿Qué quiere decir esto? Que un martillo es una extensión más potente de nuestro brazo, un teléfono lleva nuestra voz más allá de las fronteras nacionales y una computadora o smartphone amplifica nuestra mente.

Gracias a la pequeña computadora de bolsillo que todos llevamos constantemente con nosotros, una simple suma obliga abrir la app de calculadora, una reunión no sucede si no está en nuestra agenda virtual y con Google ya le dijimos adiós a la espina mental de “¿cómo se llamaba ese actor que trabajaba en Godzilla y estaba casado con Sarah Jessica Parker?”.

Estas “prótesis”, como le llama McLuchan, que nos permiten ampliar el campo de acción de nuestros cuerpos y mentes, implican una “amputación” de esas capacidades que vienen a reemplazar. Así, perdemos la práctica de las matemáticas, nuestra memoria ya no es la misma, y se ve mermada nuestra capacidad de vivir con la duda y la ansiedad que genera.
Hace ya miles de años que se está tratando este tema, desde la filosofía del yoga y la meditación, y está cada vez más vigente. La premisa central es que nuestro cerebro es un órgano como cualquier otro, con una función específica: pensar. Esta función es saludable cuando se realiza a necesidad (cuando hay un problema a resolver), pero genera problemas si se hace de forma compulsiva (excesivo repaso de cosas pasadas, demasiada planificación o anticipación de cosas futuras, entre otros).

Hace miles de años que esta cultura promueve la práctica de controlar la mente para que no tenga esa actividad compulsiva, contribuyendo a la sensación de bienestar y todo lo que implica.

Cabe preguntarnos entonces si lo que hoy consideramos “urgente” lo hubiera sido en la época del teléfono fijo, o si se convirtió en urgente por la posibilidad de recibir y enviar mensajes de forma instantánea. Estaría bueno revisar si podemos pasar unos días, o al menos unas horas, sin comunicarnos con nadie a través del smartphone, en un “silencio tecnológico”.

Texto extraído de: infonegocios.biz



 

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